Sentado en mi trinchera me dispongo a empezar, solo me basta una antorcha o dos velas y mucho que imaginar.
Ayer pensé en un mundo libre, cuando desperté me di cuenta que incrédulo de mi ese mundo que soñaba en noches a la luz que tras aquellos huecos de esa oscura persiana penetraban era tan solo el humo que salia tras aquel viejo torcal.
Difuso empecé y apenas había que reflejar pero rápido mi pluma agarré y aquella prosa me empezó a sonar.
Hablaba de un mundo sin fronteras, rosas abiertas en puntas de escopetas, casas abiertas al olor de la caldera, el trigo aun seguía verde en aquel apaisado camino, salte valles hasta me dio tiempo de dibujar un olivo.
No me imaginé que tras el cristal de mi habitación estabas tú, tan sereno, desplumaste de un portazo mi pluma entraste en mi casa y cerraste sin avisar, salí por la ventana aunque algunos decidieron navegar por alta mar.
Allí en mi hermosa trinchera me dejaste un mundo oscuro, material,una sociedad movida por ruedas de molinos sobre campos sesgados, el trigo ya no estaba verde, mi primavera había pasado, las rosas marchitaron hace años, las puertas se cerraron, tiraron sillas y escritorios, miles de mis libros quemaron... ya me habían conquistado.
Creyeron vencerme pero se habían equivocado aun sigo dibujando ese mundo libre, en mis pensamientos han calado, volverá el campo a estar verde, volverá a ondear en tu mástil aquel tono morado. (Enrique González)
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